Por José Díaz Madrigal
Las crónicas de la época, entre otras cosas refiere: La venturosa mañana del Lunes 25 de Junio de 1883, arribó a las puertas de esta ciudad de Colima, por la garita principal -ésta se encontraba en el crucero de las calles Cadenas, Emilio Carranza y Matamoros. De hecho la Cadenas tenía el nombre de calle de La Garita- sobre un carruaje jalado por dos lustrosos caballos, el primer Obispo de Colima, el jalisciense Don Francisco Melitón Vargas Gutierrez.
Una muchedumbre que desde el amanecer esperaba en aquel sitio, se arrodilló con reverencia cuando el señor Obispo llevó en alto su mano paternal para bendecirlos. Ahí en la garita, un grupo de niñas vestidas de ángeles tributaron la bienvenida. Una niña de ese coro angelical, fue la encargada de dirigir unas palabras.
Todo el clero de la diócesis, la plana mayor de autoridades civiles, entre ellos el gobernador Francisco Santa Cruz, salieron a recibir al señor Vargas.
Partió el carruaje lentamente, entre una multitud compacta, la carroza en que iba el ilustre señor Obispo, casi era conducida en peso por los brazos del pueblo.
Bajó el carruaje por la calle de La Paz -Emilio Carranza- entre flores y ramilletes de hojas verdes, dio vuelta a la derecha por la calle Real -Madero- ésta estaba transformada en una línea continua de arcos adornados suntuosamente, colgando rosas, guirnaldas y festones. En cada puerta, en cada ventana y balcón; se Lucía la blanca y vaporosa muselina, tela de hilos finos que formaban vistosos cortinajes atados con cintas de colores.
Las campanas de los templos repicaban, llenando el ambiente de una sonoridad placentera, al mismo tiempo millares de cohetes surcaban volando por el aire, estallando en las alturas y, la música de viento no dejaba de tocar. Se dirigieron al Templo del Beaterio -la catedral estaba en construcción- se apeó el señor Vargas, caminando sobre un empedrado tapizado de hojas de laurel y aromáticas ramitas de pino, combinado con la suave fragancia de miles de flores.
Ante el altar con voz agradecida, el señor Obispo entonó el himno de glorificación Cristiana, el cántico sublime del Catolicismo en sintonía con lo Divino, el incomparable Te Deum -A ti, Dios-. Concluida la acción de gracia, el cortejo se dirigió al Obispado -actual estacionamiento Constitución-. Entró el señor Vargas, esperando en las puertas el gentío que se quedó para escuchar las alegres notas de la orquesta de don José Levy.
140 años después, por la misma ruta que hizo Monseñor Vargas; llegó a Colima el doceavo Obispo de ésta diócesis, ahora en la persona de otro ilustre jalisciense, Don Gerardo Díaz Vázquez. Fue el Jueves de la semana pasada en que la sociedad Católica de Colima, le ofreció una majestuosa bienvenida, que en esta ocasión se llevó a cabo en las instalaciones del casino de la feria, en La Estancia.
A la Santa Misa de toma de posesión e inicio del ministerio episcopal, acudimos miles de personas venidas de todos los rincones de la diócesis; que abarca todo el Estado de Colima y ocho municipios del Estado de Jalisco y, también como antaño estuvieron presentes representantes de la autoridad civil; en este caso encabezados por la gobernadora Indira Vizcaíno.
Con emotivo mensaje concluyó La Misa, agradeciendo a la gente que vino de Tacámbaro, también a sus paisanos de Los Altos de Jalisco. Luego se dirigió a su nueva feligresía, haciendo alusión al famoso son colimote: Camino Real de Colima, dicen que yo no lo sé; como no lo he de saber sí en el camino me crié. . .
Ciertamente -continuó el señor obispo- no me lo sé, pero tengo la intención de conocerlo todo, con los hombres y mujeres de mucha fe; espero que al recorrer esos caminos, no pasar tantos trabajos en ese Camino Real.
Iniciamos un camino juntos, sepan que siempre estaré con ustedes como un humilde servidor para resolver nuestros problemas y nuestras diferencias, arreglándolos con la inspiración de El Espíritu Santo.
El mensaje se extendió y en todo momento era ovacionado. Al concluir, se le agasajó con música de mariachi y una deliciosa birria.