Desde que México aceleró su tránsito a la democracia, a mediados de los años 90, el cambio de partido en el poder se convirtió en el signo de los procesos electorales.
Desde entonces, tres de las cuatro veces que se ha votado por Presidente de la República, el resultado ha sido la alternancia. Lo mismo, en tres cuartas partes de los comicios para gobernador.
Morena se ha beneficiado enormemente de la tendencia de los ciudadanos de castigar a los partidos gobernantes con el voto.
Considerando su joven historia, lo ha hecho como ningún otro, pues obtuvo sus primeras gubernaturas a los cuatro años de su creación, lo mismo que la Presidencia. Al PAN eso le llevó 50 y 61 años, respectivamente.
De 2018 para acá se han celebrado 34 elecciones para gobernador (Baja California y Puebla han tenido, cada uno, dos procesos para renovar el Ejecutivo en ese lapso). De ésas, 26 se han ido por la alternancia y ocho por la continuidad.
Casi todas las elecciones para gobernador que han ganado Morena y sus aliados implicaron un cambio de partido en el poder, porque el actual oficialismo no detentaba una gubernatura antes de diciembre de 2018.
La única elección para gobernador en la que Morena ha participado como partido gobernante ha sido la de Baja California, en 2021, pues, aunque ya había ganado el estado en 2019, aquella gubernatura duró solamente dos años.
En este lapso, la alternancia también ha beneficiado al PAN, que arrebató Yucatán al PRI en 2018, luego de dos sexenios; a Movimiento Ciudadano, que ganó su primera gubernatura en Jalisco, el mismo año y también a costa del PRI, y la segunda, en Nuevo León, que había tenido un gobernador independiente. Sin embargo, los otros 23 estados donde ha habido alternancia durante este sexenio han caído en manos de Morena y/o de sus partidos aliados.
A su vez, la continuidad ha beneficiado al PAN en Puebla -cuya gobernadora, Martha Érika Alonso falleció en un accidente, lo que hizo necesaria una elección extraordinaria, ganada por Morena-, Guanajuato, Chihuahua, Querétaro y Aguascalientes, así como al PRI en Coahuila y Durango, estado donde, si bien el gobernador saliente era miembro del PAN, ese partido fue parte, junto con el PRI, de la coalición que obtuvo la gubernatura.
Lo que está por verse es cómo le irá a Morena cuando comience a volver a las urnas para refrendar las gubernaturas que tiene.
Como digo arriba, sólo ha tenido que hacerlo una vez: en Baja California. Sin embargo, si quiere ligar más periodos de gobierno estatal consecutivos, tendrá que pedir nuevamente el voto, el año que entra, en la Ciudad de México, Veracruz, Morelos, Chiapas, Tabasco y Puebla.
¿Cómo reaccionará con Morena un electorado que se ha acostumbrado a correr del poder a los partidos gobernantes?
Morelos, Veracruz y Chiapas, por ejemplo, han sido gobernados por tres partidos distintos en los últimos tres sexenios.
El único de los nueve estados con elección de gobernador en 2024 que ha tenido un solo partido en el poder durante ese mismo lapso es Guanajuato, pero se trata de una anomalía nacional, pues el PAN lleva gobernándolo 31 años.
No hay manera de saber cómo tratarán a Morena los ciudadanos de los estados en los que ese partido pedirá una nueva oportunidad. Y no la hay porque no existen antecedentes.
Una de las pocas referencias son las elecciones para ayuntamientos. En el caso de los cien municipios más poblados del país, el partido del gobierno se ha topado con los efectos del desgaste, pues en una veintena de casos ha tenido que desocupar el palacio municipal luego de un solo trienio. Es el caso de cinco capitales estatales -Toluca, Morelia, Hermosillo, Puebla y Cuernavaca-, así como de seis alcaldías de la Ciudad de México y siete municipios conurbados del Valle de México.
De 1997 para acá, la alternancia ha sido la tónica de los procesos electorales en México. ¿Seguirá siéndolo de 2024 en adelante? No vivirá mucho quien no llegue a saberlo.