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Navidad sangrienta de Nicolás Rivera, en el Hotel Colonial | El Noticiero de Manzanillo
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Navidad sangrienta de Nicolás Rivera, en el Hotel Colonial | El Noticiero de Manzanillo

Fatal balacera en el corazón de Manzanillo hace 75 años

Aunque han pasado ya setenta y cinco años, y pocas son las personas que sobreviven de aquellos tiempos, cada Nochebuena y Navidad se recuerda con asombra y tristeza aquel hecho que enlutó a Manzanillo el 24 y 25 de diciembre de 1944. Desde primeras horas del día 24, el Hotel Colonial, el principal de la ciudad se engalanaba para una gran fiesta que ahí se celebraría, ya que el inmueble estaba repleto de huéspedes, muchos de ellos norteamericanos.

Todos los arreglos y preparativos corrían a cargo del administrador o mayordomo del hotel, Nicolás Rivera Sánchez, hombre de confianza del propietario, Francisco Moreno Hurtado. Don Pancho era oriundo de Autlán de la Grana, visionario hombre de negocios y agricultor jalisciense avecindado en Manzanillo, quien construyó los primeros edificios sólidos y altos del Puerto, quien tenía para entonces 54 años.

Había contratado a Nicolás porque lo conocía desde muchos años como una persona capaz y eficiente, ya que en el tiempo en que él había sido presidente municipal de Villa de Purificación, mantuvo un rancho al que llamó Villa Vieja, donde uno de los capataces fue Rivera, quien era nacido en El Grullo. Para este tiempo, el Hotel Colonial se encontraba en su máximo esplendor, teniendo solamente dos años de funcionar, ya que se había inaugurada el 4 de mayo de 1942, con un baile amenizado por el que era llamado como el Mejor Dueto de América, Las Hermanas Águila.

Para 1944, El Colonial era considerado el mejor lugar de alojamiento en el estado de Colima, y su dueño vivía ahí mismo, al igual que Nicolás, que ahí residía con su esposa Elvira. Cuando se reencontraron Don Pancho y Nicolás, el segundo fue rápidamente contratado, pues a sus cualidades aunaba la de hablar inglés perfectamente.

Por cierto que Nicolás Rivera era muy amigo de Don Antonio Wong, propietario del restaurante Juárez, al que frecuentemente visitaba. Se relataba que alguna vez estuvo recluido por una corta temporada en el presidio de San Quintín, debido a que tenía un carácter fuerte y nunca se dejaba de nadie.

En la ocasión a la que nos referimos, el baile de Navidad sería amenizado por la conocido orquesta versátil de Los Prietos, quienes ya se encontraban ensayando su repertorio. Estos hechos ocurren en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Entre los preparativos de la mencionada cena, Nicolás envió una orden al cocinero, de nombre Ignacio Gutiérrez, quien no solo se negó, sino que, por intermedio de un mesero que llevó el recado, contestó groseramente.

El Hotel Colonial fue uno de los primeros edificios de material sólido que hubo en Manzanillo, gracias a la visión del empresario Francisco Moreno Hurtado.

Nicolás fue a llamarle la atención a la cocina, pero Gutiérrez lo atacó con un cuchillo. Contrario al parte oficial, amañado, Rivera no estaba bajo los efectos del alcohol. Actuó en defensa propia y el cocinero resultó alcanzado por la bala de Rivera, que era un certero tirador, dejándole gravemente herido. Esto fue un excelente pretexto para que el comandante de la guarnición de la plaza, Tomás Ramírez Lara, en conjunto con las demás fuerzas armadas del puerto decidieran dar caza a Nicolás, ya que en el tiempo de la Guerra Cristera, Rivera les causó muchas bajas a los militares en el vecino estado de Jalisco.

Ahí empezó una balacera que duró dieciséis horas -pues todo inició el día 24 a las 7 de la tarde y finalizó el 25 a las 11:20 de la mañana-, en la que resultaron muertos un policía, un marinero, un oficial de la dependencia de materiales de guerra, tres soldados y la norteamericana Mabel V. Young. Al intentar detenerlo, el policía Epifanio Piña se convirtió en el primer herido. Inmediatamente después, el oficial Silvino Padilla fue muerto, al querer arrestar a Rivera, quien, por cierto, portaba una pistola calibre 35 especial. Hay que decir que los días 24 y 25 estuvieron descompuestas tanto la línea telefónica como la telegráfica de Manzanillo.

Inmediatamente, se mandó emplazar ametralladoras en el llamado muelle de la grúa, para disparar sobre Rivera, ya que no podían acercársele, porque sabían de su afinada puntería. Las puertas del hotel fueron bloqueadas, de modo que nadie podía entrar ni salir. Nicolás tuvo a raya toda esa noche a más de ochenta elementos de la policía, la marina y el ejército. Le disparaban con ametralladoras Mendoza y antiaéreas desde el guardacostas G-20, a cargo del Comandante Rosas Valle.

Tanto este último, como el ya mencionado Ramírez Lara y el Comandante Vargas de la policía, en su encono, se salieron de la razón, y se propusieron acabar con la vida del grullense. Incluso, Rosas Valle intentó conseguir un avión y arrojar bombas sobre el hotel. Al momento del tiroteo, Arturo Echeverri, campeón nacional de tiro al blanco, miembro del equipo deportivo militar mexicano, quien se encontraba en esos momentos en Manzanillo, pidió permiso al general para intervenir en el tiroteo, petición que se le concedió; pero Nico le superó en puntería, y Echeverri tuvo que ser retirado del lugar, herido.

Ya a horas muy avanzadas, algunos amigos de Rivera fueron a proponerle al general que le perdonara la vida, a cambio de que éste se entregara, pero aquel se negó rotundamente. El administrador del Colonial solamente tiraba a matar a los militares y marinos, pues a los policías locales, a muchos de los cuales conocía, los persuadía a gritos de retirarse o solamente los hería. A los civiles no les tiraba. Antes de morir, Nicolás dejó escritas varias cartas a sus familiares, donde, por la claridad de sus pensamientos, se puede ver con claridad que no estaba bajo el influjo de la mariguana, como sus enemigos quisieron también hacer creer y dejar asentado, siendo que esta droga Rivera jamás la conoció.

Finalmente, el 25 de diciembre a las 11:20 de la mañana, todo culminó, porque a Rivera se le acabaron las balas, menos una, con la cual decidió darse un balazo en la cabeza, antes que entregarse a las autoridades, que de todas maneras, por la saña demostrada en su asedio, estaba muy claro que lo iban a asesinar en vez de detenerlo. Antes de acabar con su vida, degustó un pavo de los que estaban preparados en la cocina del hotel para la celebración de la Navidad. Cuando subieron, encontraron la puerta de su puerta cerrada con llave, la cual tuvieron que quemar, y lo encontraron dentro ya sin vida; entonces el coronel Vargas disparó con su 45 sobre el cadáver, y los elementos que lo acompañaban, enfurecidos y siguiendo su ejemplo, dispararon sus armas, destrozando el cráneo del cadáver.

Momento en que las fuerzas del orden bajan el cadáver de Nicolás Rivera por las escaleras principales al frente del Hotel Colonial, ante la aglomeración de los porteños.

La versión oficial señaló que un marino lo mató de un balazo en la cabeza; pero todo Manzanillo asegura que Nicolás se suicidó dándose un balazo con la última bala que le quedaba, como ya él mismo había asegurado que haría. Tras arrastrarlo hasta la calle, con la cabeza colgando y golpeando a cada paso con las escalones, lo dejaron en la comandancia de la policía, y luego tuvieron que llevarlo al hospital, lo que hicieron, con desprecio, en un carro de la basura. Cuando lo iban bajando de tal manera, con el cuerpo inerte sujeto de manos y pies y la cabeza colgando, el hecho molestó mucho a la gente, pues decían que se mostraban muy valientes humillando el cadáver de un hombre con el que no pudieron cuando estaba vivo.

Todavía en varias partes de la azotea del edificio se pueden ver los orificios de bala. Este episodio pasó a la historia del puerto de Manzanillo, como la Navidad Sangrienta.

En 1990 se rodó en el centro de Manzanillo la cinta “¡Maten a Chinto!”, dirigida por Alberto Isaac. En la cinta participaron Pedro Armendáriz Jr., Héctor Ortega, Eduardo López Rojas y Gerardo Quiroz. La película fue de muy mala calidad, y fuera del interés de ver reflejados en la pantalla algunos personajes y sitios de Manzanillo, como el mismo hotel y algunas casas (como la de mi tío Wenceslao Cisneros) y calles de la ciudad, a casi nadie le gustó, y más, porque distorsionaron la historia y hasta los nombres de sus reales protagonistas.

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