Por: Rogelio Guedea
Fueron dos años sin la mayor de las fiestas colimense: la Feria de Todos los Santos. Difíciles tiempos de pandemia y de grandes cambios sociales, incluidos los relacionados con la violencia. Pero la Feria es un acontecimiento que nos une como sociedad. Es el lugar del encuentro y de los reencuentros, es el mayor alarde de nuestra identidad. Yo suelo ir a la Feria todos los días. La camino de una orilla a otra, de sur a norte y de este a oeste, como una forma de llenarme de esa identidad que a veces se nos extravía. Me encuentro con amigos de antaño, que no vi en años y que me traen grandes recuerdos. También recupero momentos olvidados de la infancia y de la juventud, que de pronto surgen al ver un rostro o un gesto o un objeto o una serie de objetos. Me ha dado mucho gusto que, en esta ocasión, el gobierno haya puesto un énfasis importante en la seguridad y que se esté vigilando el ingreso de cada colimense al recinto de la Feria, con casetas de seguridad debidamente instaladas para ello. Porque es que la Feria es un acontecimiento familiar, no una gran cantina como en algún momento se le quiso ver. Son las familias, niños y niñas, las que le dan a la Feria ese aspecto incluso de gran celebración infantil. Pero cada quien la puede gozar de una manera diferente. A mí, por ejemplo, me gusta comer nueces y cañas, agua de coco, elotes cocidos o asados, cada día es una especie de turismo gastronómico que disfruto mucho. No soy muy afecto a las exposiciones ganaderas, la verdad, pero sí soy fan del teatro del pueblo, donde también se reúnen los grandes talentos de nuestra entidad en música, baile y demás representaciones culturales. Una de las cosas que más me gusta de la Feria es que no es un acontecimiento político. La política brilla por su ausencia. Incluso los Ayuntamientos están ahí representados por lo mejor que ofrece su cultura, arte y tradiciones, pero no la política. Es, como dije, una fiesta del pueblo y para el pueblo, y se va ahí a disfrutar de un momento que nos haga olvidar todo lo que puede eventualmente preocuparnos. Por un momento, somos otros y nos fundimos en los otros, pues de otra manera no podríamos entender ese encuentro. Bienvenida la Feria, pues. Y a disfrutarla todo lo más posible porque, en un abrir y cerrar de ojos, se vuelve a ir.