Un articulista se nutre de la información que acumula a través de las investigaciones que realiza o mediante los datos que le proporcionan amigos, familiares o conocidos. Es menester del columnista verificar las versiones antes de hacerlas públicas, aunque en ocasiones es difícil y complicado comprobar la veracidad por la premura con la que se escribe o por lo cerrado del tema, sobre todo si éste aún no se ha materializado.
Hay asuntos públicos que por su relevancia, si el analista no logra comprobar la autenticidad de los datos, lo mejor es no publicar el trabajo, en aras del profesionalismo y de la verdad, también para no afectar la imagen del funcionario, empresa o institución con informes inexactos o incompletos. El periodismo debe ejercerse con ética y responsabilidad, quien carece de esas características no debería dedicarse a ese oficio.
Hace 47 años, por estas fechas, empecé a hacer mis pininos, aprendí solo a escribir en máquina, con la noción básica que me dio mi papá sobre la colocación de los dedos en el teclado; luego, redacté mis primeros artículos para soltar mis manos y me brotaran las ideas para armar mis argumentos sobre los temas que escogía. En mes y medio, máximo dos meses, publiqué mi primera columna: “Chispazos”, por SAMH.
Mi aprendizaje periodístico lo recibí de mi papá durante toda mi vida escuchándolo hablar sobre política, historia, música, poesía, geografía, de todos los temas habidos y por haber. Desde joven leía en el periódico sus columnas sobre distintos tópicos. Mi papá fue mi maestro para hablar y escribir correctamente, él poseía los dones del habla y la escritura para expresarse de forma inteligente, elegante, inteligible, clara y directa.
Con el tiempo fui aumentando mi capacidad para adquirir la mejor información posible, así como también la facilidad para hacer mis propias deducciones, integrando los datos confirmados en mis artículos que me servirían para construir el cuerpo del escrito hasta llegar a las conclusiones y el final del mismo. Así comencé a escribir y así continúo hasta ahora, es un estilo que yo creé y me permite comunicarme con mis lectores.
Una fuente importante de información en la que abrevé fueron las y los políticos, al igual que las y los funcionarios que yo conocía de los tres ámbitos de gobierno, quienes me suministraban información política y administrativa, como también opiniones y proyecciones de lo que estaba por venir, desde los probables resultados electorales hasta las condiciones actuales y posteriores de los distintos niveles de gobierno.
Mi trabajo era enlazar ese bagaje de datos, análisis y perspectivas, para desarrollarlos en mis columnas con el objetivo de ofrecer información a mis lectores y el presumible desenlace del tema en cuestión, ya fuera quién ganaría los comicios o cómo terminaría el presidente, gobernador o alcalde en turno, o quiénes serían los titulares de las dependencias públicas o privadas relevantes, o de la principal casa de estudios en la entidad, etc.
Sin lugar a dudas lo más interesante para un articulista son las elecciones federales, estatales y municipales, quizás por la cantidad de aspirantes que hay para los cargos públicos, como por lo incierto que en la mayoría de las veces se perciben esos entornos políticos en los que la penumbra y las señales falsas y cambiantes que mandan los propios actores dificultan entender lo que sucede y más aún quién o quiénes van a vencer en los comicios.
Una condición “sine qua non” para redactar una columna periodística es la objetividad y la veracidad absolutas, si se excluye cualquiera de las dos circunstancias lo más seguro es que la conclusión estará equivocada, al asentar sentimientos personales ajenos a lo que está pasando o va a suceder, al igual que incluir elementos falaces que a la hora de la decisión no van a coincidir con la realidad de la situación y los hechos duros.
A lo largo de mi carrera profesional al escribir mis artículos hacía un collage con la información que obtenía de la investigación del caso, los datos y los criterios de mis informantes y opinantes, para concluirlo con las deducciones a las que llegaba después de estudiar el tema en cuestión. La primera y la última partes dependían completamente de mi, no así la de en medio que estaba supeditada a lo que hicieran o dijeran otras personas.
Tuve éxitos y fracasos en mis análisis periodísticos, que al fin y al cabo “errare humanum est”, sin embargo, haciendo un recuento de mi trayectoria como articulista reconozco que muchos de los desaciertos que cometí son enteramente míos, pero también considero que otros tantos yerros provienen de las fuentes a las que recurrí y a los datos y proyecciones que me referían, de buena o de mala fe. De ahora en adelante, los aciertos y errores en que incurra serán totalmente míos, no volveré a creer ni a confiar en todo lo que me digan.

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