Alberto Isaac Ahumada, “El Güero”, nadador, cartonista, pintor y sobre todo cineasta, recibió premios nacionales y una nominación al Óscar por su documental “Olimpiada en México”. Fue hijo de un señor Isaac que murió antes de que aquel naciera el 18 de marzo de 1923 en el entonces Distrito Federal, y de María Ahumada Silva, media hermana de mi papá, Manuel Sánchez Silva, ambos hijos de Dolores Silva Zamora.
“El Güero” Isaac vivió y creció en la casa de los Silva, en la esquina noreste de las calles Reforma y Morelos, en Colima, donde mi padre también transcurrió los primeros 20 años de su vida (nació el 14 de noviembre de 1904). Era una casona que albergaba a varias hermanas y hermanos, algunos casados y otros no; ahí vivieron mi abuela, mi abuelo Francisco Sánchez Vaca y mi papá, quien debió ser el modelo a seguir de su sobrino Alberto, 19 años más chico.
Una de sus hermanas, Guillermina Isaac Ahumada, casó con el coronel José García Valseca, dueño de la cadena periodística que llevaba su apellido, entre los que se encontraban El Sol de México y de otras capitales y ciudades del país, El Occidental de Jalisco y el deportivo ESTO. Fue en la empresa nacional de su cuñado donde Alberto hace sus pininos en el periodismo y establece los contactos que lo llevaron al séptimo arte.
Al mismo tiempo desarrolla su vocación por la natación que lo lleva a ganar campeonatos nacionales e internacionales, sobre todo en Estados Unidos de América, así como su participación en dos olimpiadas (1948-1952). Gracias a sus triunfos y origen familiar se hace famoso como “La flecha colimense”, aunque nació en la colonia Coyoacán del entonces Distrito Federal. A fines de los años 60 me impresionó cuando lo vi como se deslizaba en el agua al echarse un clavado en la alberca del Club Loyola, por la Calzada Galván.
Conocí a “El Güero” en la época que mi tío Pablo Silva García, primo hermano de mi papá y tío del personaje que escribo, tenía pocos meses de haber iniciado su gubernatura (1967-1973). Recuerdo que en una ocasión su tío Manuel le preguntó por qué si era bien parecido, alto, delgado, atlético, de ojos verdes, no había incursionado como actor en el cine, contestándole que al hacer un casting (pruebas de voz y actuación) en Hollywood, no lo habían aprobado por su dicción deficiente, lo que se me quedó grabado.
La primera película que dirigió fue en blanco y negro, “En este pueblo no hay ladrones” (1965), con Julián Pastor, Luis Buñuel, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas y otras personalidades, basada en un cuento de Gabriel García Márquez. Considero que es la mejor de las 13 que filmó, seguida de “Los días del amor” (1971), con un elenco encabezado por Marcela López Rey y Arturo Beristáin, en la que Gabriel, el protagonista de la cinta, me parece una mezcla de mi papá y Alberto, para cerrar con “El rincón de las vírgenes” (1972), con Emilio “El Indio” Fernández, Rosalva Brambila y Alfonso Arau, entre otros.
Las dos últimas se filmaron en Colima y Comala. En la primera, llegué al Teatro Hidalgo a punto de tomarse escenas del romance de los personajes que interpretaban Marcela y Arturo, saludé a Alberto y me preguntó si quería salir en la película, le dije que sí, le ordenó a un ayudante que me cortara las patillas, me pusiera una pechera y un moño, y me llevara a la segunda fila del palco en el que los intérpretes se lanzarían miradas de amor. Se filmó esa parte, sin embargo, cuando vi la cinta, por lo oscuro de la toma, no me alcanzo a distinguir.
En la segunda, acompañé a mi papá a Comala cuando se estaba filmando, vimos varias escenas en las que participaba Emilio Fernández, con el que mi padre hizo migas, al ser de la misma edad y algo parecidos en el carácter, tanto que Alberto le comentó a su tío, al que le hablaba de tú: “Manuel, no te lleves con “El Indio”, es de armas tomar como tú”. Así lo hizo, guardó distancia; pocos años después el actor y director temperamental y explosivo mató a balazos a una persona por un incidente menor.
A Isaac Ahumada se le conoce como el creador del cine de ficheras, el cual pinta el ambiente de la vida nocturna, de los cabarets, de las vedettes y el teatro de revista, que retrata en “Tivolí” (1975), en el que salen mujeres ligeras de ropa y se manejan albures. Recuerdo una escena corriente pero simpática en la que sale un enano al escenario y grita: “¡Respetable público!”, nadie le hace caso; vuelve a alzar la voz: “¡Respetable público!”, con igual resultado; por tercera vez repite en tono alto: “¡Respetable público!… ¡chinguen a su madre!”.
Varias películas de “El Güero” Isaac se filmaron en Colima, Villa de Álvarez, Comala, Tecomán y Manzanillo, algunas con el patrocinio del Gobierno del Estado y la Universidad de Colima. “Mujeres insumisas” (1995) es una de ellas; para su presentación se invitó a lo más granado de la sociedad de Colima. Como el tema de la película versa sobre cuatro mujeres de Comala que se van a seguir a sus esposos a Guadalajara y Los Ángeles para liberarse y terminan prostituyéndose, al concluir el filme y encenderse la luz, las señoras asistentes estaban avergonzadas. Las y los comaltecos se molestaron con el cineasta que en ese tiempo vivía en el Pueblo Blanco de América.
El año anterior, 50 años después de la filmación de “El rincón de las vírgenes” (1972), al leer en el malecón de Cuyutlán una placa alusiva a Alberto (1923-1998), cuyas cenizas fueron vertidas en su proceloso mar, recordé otra plática que “El Güero” tuvo con mi papá acerca de Emilio Fernández: “Fíjate Manuel que “El Indio” tiene una voz muy baja, razón por la que siempre fue doblado por Narciso Busquets; en esta película por primera vez usará su voz propia”. Fue entonces que se me vino a la memoria su explicación de que no había incursionado como actor por su dicción insuficiente y pensé, empleando sus propias palabras, que de igual forma se pudo haber doblado su voz como al famoso actor y director de “María Candelaria” y otros filmes clásicos del cine de oro mexicano. Nunca sabremos el porqué no lo hizo.