Cuando se habla de las vocaciones de Manzanillo, siempre se habla de dos, que son las principales o, por lo menos, las más conocidas, y se ignoran las demás, cuando todas son importantes; algunas más de lo que pensamos, y que nos representan a todos. Las dos principales vocaciones que oficialmente tenemos, y que desde chicos aprendemos a enumerarlas, son la portuaria y la turística y ahí por en medio desaparecemos de un plumazo todas las demás.
Haciendo caso por un momento al señalamiento de estas dos, sí hay que decir que es para sentirse orgulloso el saber que en Manzanillo -con un poco de trabajo, desde luego- se han sabido combinar y mantener dos vocaciones que normalmente son contrarias, disímbolas, excluyentes e incompatibles; es decir, cuando un lugar costero del mundo es portuario, no puede ser turístico, porque esta actividad incide negativamente en la otra; mientras que, cuando un sitio es turístico, no puede desarrollar la actividad portuaria.
Usted no llega a un paraíso que invita al descanso, la contemplación, la relajación y la diversión, para encontrarse en él barcos y remolcadores pitando, vehículos de carga amontonándose en las carreteras, amplios espacios llenos de cajas metálicas con mercancía tapando la vista de las montañas, zonas arboladas, lagunas y el mar, etc.; sin embargo, cosa harto curiosa, usted viene a vacacionar y descansar a Manzanillo y puede hallar todo esto.
Usted no llega tampoco a buscar un patio de almacenamiento de carga o a estacionar su doble remolque en un tráiler park, esperando ver en las cercanías hoteles de 3 a 5 estrellas, hermosas playas, bonitas albercas y amplios espacios arbolados con fondo de lindas montañas recortadas en el horizonte, etc. Sin embargo, aunque parezca inconcebible, se han hecho malabares desde 1932 para mantener en vigencia estas dos actividades o vocaciones municipales, que son la portuaria y la turística.
Pero hay que decir que hay otras vocaciones en Manzanillo que no deben soslayarse –aunque tristemente hay que reconocer que sí se hace-, porque hay que decir que tenemos la pesquera, de la cual dependen muchos porteños, y la cual estuvo en activo desde que Manzanillo empezó a existir en 1825, ya que un buen porcentaje de las personas que se tuvieron que reubicar del desaparecido antiguo Puerto de Salagua, ya desaparecido (el actual Salagua es otros, homónimo), ya se dedicaban desde entonces a ser pescadores y buzos; y que también en el asentamiento de San Pedro (San Pedrito), único con agua bebible, también se practicaba mínimamente esta actividad.
Tampoco se crea que de la noche a la mañana todos los que empezaron a vivir en Manzanillo se dedicaron a cargar y descargar barcos, pues los buques que llegaban eran escasos y la gente tenía que dedicarse a otras cosas para sobrevivir. Así que un gran porcentaje de la población de Manzanillo desde un principio se dedicó a pescar y a bucear, para sacar producto tanto para consumo propio familiar, como para venderlo también.
Así es que hay que entender y respetar como importante –muy importante en Manzanillo- la vocación pesquera comercial, a la que siempre se avasalla, pisa, atropella y olvida. Hay que detonarla a grandes niveles y protegerla. Más recientemente hay que agregar una división a esta actividad que es importante, como lo es la pesca deportiva, de la que vive un segmento especializado de la población, que también arroja buenos dividendos, generalmente en divisa extranjera.
Lo cierto es que la pesca ha sido y seguirá siendo relevante, y muchas personas dependen de ella. Si no lo cree, dese una vuelta por barrios y colonias como El Túnel, la Alameda, la colonia Libertad, San Pedrito y la Playita de En Medio, entre otras, para que vea cuantos porteños dependen de ella hasta el día de hoy.
Así como la pesca comercial y deportiva van de la mano, también la actividad portuaria e industrial lo han hecho, y muchas veces en su actividad han intentado erradicar la pesca, pues les estorba y molesta ver en sus orillas, muelles y lagunas a los pescadores; pero estos tienen que ser respetados, pues es una importante actividad histórica de la población, y son muchos los porteños que se dedican a ella.
La actividad agrícola y ganadera siempre se ha llevado a cabo por un buen número de familias en todas las comunidades alrededor de Manzanillo, muchas veces surtiendo a la propia cabecera de alimento fresco y barato en cuestión de fruta, verdura, especias, carne, huevo, leche, etc. Comunidades rurales que son parte del municipio y que deben ser respetadas y valoradas por lo que aportan, y las cuales mueven sus productos por las mismas vialidades que han saturado los que se dedican a mover mercancía.
Desde que Manzanillo era joven y pequeño, a su orilla lacustre, en la parte Este, llegaban embarcaciones procedentes del cercano poblado de Campos atravesando la laguna, trayendo mangos, ciruelas, chiles, pescado, marañones, jitomates y otras cosas del campo, empezando a formarse lo que fue con los años el primer mercado de la ciudad en la orilla del vaso, que con los años se llamó Reforma.
Hoy las personas que viven en las zonas rurales no son respetadas, porque sus únicos enlaces terrestres, carreteras y hasta caminos están invadidas por transportes de carga pesado, ilegales en gran parte del mundo, como son los de doble remolque, que las bloquean cada vez por tiempos más prolongados.
Es el momento de volver a impulsar la pesca, la agricultura, la ganadería y la actividad comercial en pequeño, entendiéndose esto último por la que se da en mercados, y en las vialidades tanto céntricas como de colonias de la ciudad y delegaciones. Hay muchos, muchos manzanillenses que se dedican a estas vocaciones, que en su caso son antiguas y que agrupan a muchos ciudadanos.
Sí, hay muchos manzanillenses el día de hoy que no trabajan en una agencia aduanal, ni manejan un doble remolque, que no son notificadores, que no controlan una grúa o montacargas, que no andan en la estiba, que no son mensajeros y que no trabajan en hoteles tampoco.
Así como por años se ha sabido combinar la actividad portuaria con la turística, en un caso admirable, casi único; también hay que incluir a nuestras otras vocaciones, donde están inmiscuidos muchos porteños, en ese desarrollo armónico, y no pisotear a nadie, creyendo que una actividad es más importante que otra.