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Historia con matices | El Noticiero de Manzanillo
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Historia con matices | El Noticiero de Manzanillo

El recorrido de la humanidad está repleto de personajes y acontecimientos que han dejado una huella indeleble en nuestro mundo. Sin embargo, a menudo caemos en la trampa de simplificar la narrativa histórica, dividiendo a los protagonistas en las categorías de “héroes” y “villanos”.

Esta visión maniquea -que se ha acentuado en los tiempos polarizados que vivimos- puede llevarnos a tergiversar la realidad y perder de vista la complejidad de los actores históricos y sus circunstancias. También nos arrebata la posibilidad de conocer los detalles finos con los que se construye una personalidad, los cuales nos permiten valorar en su justa dimensión a los hombres y mujeres que trascendieron su época.

El uso político de la historia -es decir, la manipulación de los hechos del pasado para justificar las decisiones que toman en el presente los gobernantes y líderes partidistas- requiere de esa simplificación. Si para la academia la convivencia de matices numerosos y contradictorios resulta un tesoro, para la política significan un estorbo.

La política no busca la comprensión cabal del pasado y el presente, sino imponer una visión subjetiva sobre el mayor número posible de individuos. Su propósito es crear adeptos, mas no individuos libres, enterados y críticos.

El estudio del pasado muestra que los personajes históricos son seres complejos, influenciados por factores sociales, políticos y culturales. Abrazar una visión equilibrada, nos lleva a reconocer que aquellos que han sido etiquetados como “buenos” pueden tener fallas y contradicciones, y aquellos catalogados como “malos” pueden haber tenido motivos comprensibles. Y no es subestimar los logros de los primeros ni sobreestimar las circunstancias que orillaron a los otros a actuar como lo hicie- ron, sino perseguir un conocimiento equilibrado.

Los distintos regímenes que ha tenido el país, particularmente los de larga duración, intentaron incidir en el pensamiento de los mexicanos con una interpretación a modo de la historia.

Incluso el Himno Nacional, que cantamos patrióticamente, es una muestra de cómo echó mano del pasado el dictador Antonio López de Santa Anna para tratar de unir a los habitantes del país y distraerlos de la rebelión que ya se estaba formando en las montañas del sur del país, comandada por el general Juan Álvarez y que luego sería conocida como la Revolución de Ayutla. Cuando en noviembre de 1853 se lanzó el concurso para componer el himno, Santa Anna estaba pensando en el 25 aniversario de su victoria en la Batalla de Tampico, durante el intento de reconquista comandado por Isidro Barradas, que se celebraría al año siguiente.

¿Significa eso que debemos dejar de cantar el Himno Nacional? No, solamente que nos conviene conocer nuestra historia, para poder ampliar la conversación y no ser víctimas fáciles del uso del pasado que tanto conviene a los políticos.

Casi al mismo tiempo que se socializaba la letra y la música que habían ganado el concurso, Santa Anna publicaba un bando en el que prohibía “divulgar noticias falsas o alarmantes” –lo que en realidad era un intento de acallar la información sobre la rebelión en Guerrero y otros estados del país– o “censurar los actos del Supremo Gobierno o los de alguna otra autoridad”, bajo pena de ser “reducido a prisión, y juzgado y sentenciado como faccioso”.

Aunque pasó desapercibido para la mayoría, el pasado 4 de mayo se cumplieron 80 años, apenas ocho décadas, de que el país adoptó oficialmente el Himno Nacional. Es decir, hasta que el presidente Ávila Camacho la desempolvó, la obra del potosino Francisco González Bocanegra y el catalán Jaime Nunó se usó sin ton ni son durante casi 89 años. Y no se hizo oficial sin antes vaciarla de referencias a Santa Anna (“guerrero inmortal de Zempoala”) e Iturbide (“Bravo Adalid”).

Conocer la historia -y no su versión maniquea- nos permite reflexionar sobre las consecuencias de las decisiones de los poderosos de otros tiempos y extraer lecciones aplicables a al nuestro. Hacer a un lado los matices y reducir la historia a una lucha simplista entre el bien y el mal nos priva de un entendimiento completo y enriquecedor.

*Palabras pronunciadas en la presentación del libro Juárez. La otra historia, de José Luis Trueba, 25 de mayo de 2023.

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