*Se mantiene sin cambios, desde hace 50 años
*Ha soportado terremotos y ciclones sin daños
Antes de que el gran pintor colimense Alfonso Michel se asentara en el Barrio de El Vigía en el Sector 1, durante su estancia en Manzanillo, vivió otra temporada un poco menos conocida en “La Flor de Mayo”. Esta es una antigua edificación que funciona casa de huéspedes en el corazón de nuestro puerto, aledaña a la escuela Vicente Guerrero.
UNA CASA DE HUÉSPEDES CON MUCHA TRADICIÓN
Esta casa fue construida y diseñada por el propio Michel tras regresar en 1930 de una estancia en Estados Unidos y Europa. Se instaló primeramente en la ciudad de Guadalajara, y con sus ahorros financió bajo sus lineamientos la construcción de esta edificación, para poder tener donde quedarse cada que llegara a Manzanillo, ya que era un lugar en el cual le encantaba estar. Fue así que esta casa quedó terminada en el año de 1931, quedando del agrado del afamado pintor cuando vino a conocerla.
Hace más de 90 años que está en pie, aunque Alfonso Michel decidiera a los pocos años cambiar su sitio de alojamiento cada que venía al puerto a las faldas del Cerro del Vigía (Sector 1). Este cambio lo motivó el que quería tener vista al mar, y su primer domicilio estaba del otro lado de los cerros, más cercano a la laguna que al océano. Tras esto, pasó a ser la Flor de Mayo una casa de huéspedes con mucha tradición, que actualmente es una de las edificaciones más antiguas de la ciudad, aunque no descolle demasiado, al no tener una arquitectura muy ambiciosa. Tiene este giro desde los años cuarenta. Fue Michel una de las primeras personas que vivieron ahí, y seguramente, la más famosa.
En ese tiempo, el gran artista, recién llegado de Europa, andaba vestido como si fuera un hippie (aunque estos todavía no existían como una tribu urbana, como se dio varias décadas después), con el pelo largo, huaraches o mocasines, y un morral de cuero donde se dice que traía en ocasiones lienzos y pinturas, aunque no se recuerda haberle visto pintando aquí. Llamaba la atención de todos en Manzanillo por su corpulencia y porque tenía de mascota un pequeño felino, al parecer un tigrillo, amaestrado y sujeto con una correa. Sabían que tenía la profesión de pintor, aunque pocos sabían lo famoso que ya era. Su estadía en el lugar la recuerdan muchas personas con edad suficiente para ello. También algunos hablan de que pintó algo en una barda, de lo que no hay huella ninguna.
VIENDO PASAR EL TIEMPO EN LA CALLE 21 DE MARZO
Recuerdo que en los años setentas administró ese lugar una tía mía, Teresa Cisneros Amaya, y yo iba con mucha frecuencia a este lugar, que por entonces funcionaba más como hotelito de paso de mala muerte, que como alojamiento para visitantes. En el primer cuarto entrando a mano izquierda, está el cuarto mejor construido, con una gran ventana enrejada que da hacia la calle. Ahí vivía mi tía. Ella se sabía al dedillo la historia del lugar, porque he de decir que mi tía es una enciclopedia andando.
Hace unos días visité nuevamente la Flor de Mayo. El lugar está casi igual que entonces. El actual administrador dice sólo haber escuchado historias, ya que él vive ahí desde el año 1959; pero la Flor de Mayo ya tenía muchos años de estar funcionando. Ni siquiera conoce mucho sobre la vida y obra de este gran pintor. Al llegar al lugar, me percaté que la fachada está casi igual, hasta en los colores. Las puertas de madera son las mismas de los años setenta, y ya para entonces quien sabe cuántos años tendrían.
El letrero con la leyenda “La Flor de Mayo”, es el mismo de los tiempos en que visitaba a mi tía. El piso de mosaico amarillento es también el mismo todavía. El patio central está menos verde, pues cuando lo conocí tenía macetas con flores coloridas y plantas verdes muy bien cuidadas. Ya no mira hacia la clínica Santa Mónica, del Dr. José Luis Navarrete, que estaba enfrente, sino a las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad. Todo alrededor se ha modernizado, pero ella sigue igual. Hasta la 21 de marzo cambió, pues ahora es de doble sentido.
RECUERDO DE OTRAS ÉPOCAS EN EL CORAZÓN DEL PUERTO
Nunca fue la casa de huéspedes principal del puerto, para nada, pues no era competencia para la Petrita, pero tenía su atractivo y clientela habitual. Hoy sin embargo, es la más antigua que queda en pie, y casi en su estado original. La construcción ha resistido infinidad de temblores, y varios con magnitudes por encima de los 7 grados centígrados. Para su edad, está maciza, resistente, y no se ven grietas o cuarteaduras que asusten en sus vetustos muros. Nos dicen que rentar un cuarto ahí es muy barato, así es que muchas familias pagan una renta por su cuarto, y se ha formado algo así como una especie de vecindad.
En la entrada, todavía están unas largas bancas de piedra, muy rústicas, donde muchas veces me senté de niño. Todas las puertas son de madera muy antigua, con el clásico color café de siempre. Nunca se le ha dado valor ni aprecio a esta construcción, con tanto tiempo de existir; que por lo menos histórico, sí que lo tiene. La ubicación es también muy buena, ya que se encuentra a dos cuadras de la calle México, la cual llamaban los antiguos “La Principal”, en el corazón del Centro Histórico, estando a un costado de la también antigua Escuela Primaria Vicente Guerrero.
Michel nació en la ciudad de Colima en 1897, en el seno de una familia importante y acaudalada. Se dice que sus dos grandes amores eran la pintura y el mar. En la década del los veinte se fue a vivir a Europa, donde conoció las tendencias más avanzadas y vanguardistas de la pintura mundial. Se consagró en 1947 con una gran exposición individual en la capital de la república. Murió en 1957 en la Ciudad de México.
ALFONSO MICHEL, COMO UN PORTEÑO MÁS
Vivió muchos años en el Sector 1 en una casa muy bonita, que se destacaba por estar muy bien cuidada en todos los detalles. Su casa estaba por la subida de la calle Balbino Dávalos, por el ascenso a la parroquia de Guadalupe, a espaldas de la Armada, cerca también de la casa de Don Cristóbal Rodríguez, El Vigía. Aquí vivía en invierno, y tenía este domicilio como casa de descanso, y el resto del año lo pasaba en París, la ciudad luz, capital gala.
Cuando estaba en el puerto, se vestía como un porteño más, con ropa fresca y playera, con bermudas y camisas vaporosas de manta. También le gustaba mucho Cuyutlán, que hay que decir que por ese tiempo, al igual que Armería, era parte de nuestro municipio. Se dice que se refugiaba en la costa, para librarse de influencias en su búsqueda de aplicar el cubismo a temas mexicanos. También se sabe que su familia, acaudalada como ya he dicho, tenía un gran predio en la costa colimense, propiamente una hacienda, Las Humedades, cercana al río Armería; ahí se refugiaba en otras ocasiones Michel. Todo un personaje colimense, que mucho tiene que ver con nuestro puerto.