La conversación con Agustín fue recorriendo todo el espinel de la política latinoamericana, hasta que, después de unos minutos de silencio para la reflexión, luego de hablar de la debilidad institucional de los países latinoamericanos, espetó: cuando hablo con jóvenes en Uruguay no logran entender la dimensión del Partido Colorado, sumergido en las encuestas, pero con bastante más de un siglo presidiendo el país.
Y es que todos los orientales que votarán por primera vez en las elecciones nacionales de 2024 no vieron gobernar al Partido Colorado. Es más, lo reconocen como un colectivo de incidencia política limitada, que supera por poco el 10% de la intención de voto.
En América Latina existen un puñado de ejemplos de lo que se conoce como partidos hegemónicos, que son aquellos que han logrado monopolizar el poder a través de reiterados triunfos electorales, entre ellos se destacan el Partido Colorado de Uruguay, su homónimo de Paraguay, el PRI de México y quizás ingrese en esta categoría el extinto Partido Republicano Nacional de Costa Rica.
Nadie puede negar el significado del Partido Colorado, y fundamentalmente de una de sus principales corrientes, el batllismo, en la construcción de Uruguay como nación, pero a partir del gobierno de Jorge Batlle (2000 – 2005), en donde el país sufrió una de las mayores crisis económicas de su historia, este colectivo no solo no pudo volver a ejercer la Presidencia de la República, sino que con el paso de los años se ha convertido en una fuerza que parece no tener siquiera chances de disputar un balotaje, según lo que marcan las encuestas de opinión pública, por lo que se ve obligado a formar parte de la denominada coalición multicolor, que componen las fuerzas conservadoras que se encuentran en el gobierno, pero sin ser el socio con mayor caudal de votación.
Es difícil de creer que el Partido Colorado siga pagando el costo de la crisis del 2002, es más, resulta bastante inocente creerlo, ya que hay otras señales a las que se debe prestar atención para lograr entender la crisis de este histórico partido fundado en 1836, que aparentan ser fundamentalmente de carácter ideológico.
Según la última encuesta de la consultora Cifra, de marzo de 2023, si las elecciones fueran en este momento el Partido Colorado en Uruguay obtendría un 3% de adhesión, seguramente el guarismo más bajo que le haya dado una investigación de opinión pública en toda su rica historia.
Pero los colorados uruguayos no son el único partido hegemónico que padece esta crisis en el continente. Muchas décadas atrás la sufrió el Partido Republicano Nacional de Costa Rica. Fundado en 1934, ganó las elecciones en ese mismo año y se mantuvo en el poder ininterrumpidamente hasta 1948. En 1952 el partido fue disuelto, debido a que luego de terminada la guerra civil del país tico, el Tribunal Nacional Electoral no permitió su reinscripción.
No cabe duda que dentro de este grupo de partidos hegemónicos el que mantiene mayor vigencia es el Partido Colorado paraguayo, formalmente llamado Asociación Nacional Republicana (ANR). Fundado en 1887, gobernó desde 1947 hasta el día de hoy, con dos interrupciones –o quizás una–: la dictadura de Alfredo Stroessner, que también era colorado, y el gobierno progresista de Fernando Lugo (2008 – 2012).
Actualmente Paraguay se encuentra en plena campaña electoral. Los guaraníes están convocados para ir a las urnas el domingo 30 de abril, y a los colorados, si bien tienen chances claras de mantener la presidencia, les ha surgido un gran competidor en la candidatura de Efraín Alegre, que, tras su candidatura, ha logrado aglutinar a las principales fuerzas de la oposición en la Concertación Nacional. Esto ha llevado a que la elección esté absolutamente polarizada, con un final que aún está abierto y con varias encuestas que dan ganador a uno y a otro indistintamente, que mayoritariamente parecen buscar el efecto bandwagon más que ser portadoras de un trabajo profesional.
Por último, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México es otro de los ejemplos de partidos hegemónicos en América Latina que viene en descenso. Gobernó en el país azteca durante setenta años consecutivos, hasta que llegó Vicente Fox, en el año 2000, a la presidencia con el Partido Acción Nacional (PAN).
El PRI goza de buena salud, es un partido que se mantiene fuerte y vigente en México, pero que ha tenido que acudir a alianzas en estos últimos años para poder derrotar a Morena, el colectivo del presidente Andrés Manuel López Obrador. Actualmente el PRI está a punto de perder lo que quizás sea su último gran bastión en su historia: el Estado de México.
En menos de tres meses, el próximo 4 de junio, los estados de México y Coahuila elegirán nuevas autoridades locales. En la primera de estas circunscripciones existen tres posibilidades concretas: la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por Morena, el Partido de los Trabajadores y el Partido Verde Ecologista; Va por el Estado de México, conformada por el PRI, el PAN y el Partido de la Revolución Democrática; y Movimiento Ciudadano. Por lo tanto, en su escenario más favorable, el PRI podría mantener el gobierno, pero ahora en coalición, más allá de que las encuestas en estos momentos están siendo favorables para las fuerzas del presidente López Obrador.
Lo que sí es notorio, es que en nuestra América Latina los partidos ya no tienen tanto peso como antaño, el voto por tradición al emblema se ha devaluado, las nuevas generaciones ya no responden a este tipo de estímulos, sino que apuestan más a las personas, a los candidatos y creen menos en los partidos, según lo que nos ratifica las investigaciones del Latinobarómetro. Ahí una de las razones de esta caída de los partidos hegemónicos, pero no es la única, también hay que revisar lo que ha sido el accionar político de los últimos años y la actual oferta que le están ofreciendo a las ciudadanías. Conquistar votos a través del mandato histórico tradicional ya no es suficiente en los latinoamericanos de hoy.