Por José Díaz Madrigal
En Agosto de 1993, el presidente Clinton de los Estados Unidos, durante el saludo que le hizo al papa Juan Pablo II con motivo de su visita a Denver Colorado; en el transcurso de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en esa ciudad del medio oeste estadounidense. Clinton comentó: «Le doy la más cordial bienvenida al líder de una institución con dos mil años de existencia, es decir, tiene una antigüedad diez veces más que nuestro propio país, los Estados Unidos».
De esta manera entendió aquel popular presidente gringo que, a la Iglesia Católica -no obstante que Clinton no es Católico- no se le puede minimizar, mucho menos destruir; a pesar de los innumerables ataques que con razón o sin ella ha sido víctima a lo largo de su historia.
Desde sus primeros tiempos, ha habido movimientos disidentes que no están de acuerdo, cuando menos de forma parcial con los dogmas de Fe que enseña la Iglesia Católica. Surgiendo a partir de aquellas lejanas fechas, corrientes de pensamiento opositoras conocidas como herejías. La herejía es un error en materia de Fe, es asumir una posición contraria a los dogmas establecidos por la Iglesia Católica.
Para mencionar algunas herejías, tenemos a los Arrianos; que negaban la Divinidad de Cristo, los Nestorianos; dualistas que sostenían únicamente a dos personas separadas, los Gnósticos, movimiento que con algunas variantes sigue vigente hasta nuestros días. A ésta última se le puede considerar la madre de todas las herejías, puesto que presenta al conocimiento de los misterios Divinos, reservados a tan sólo una élite de personas. Ésta herejía entiende a un Dios para privilegiados, que está en contra de un designio universal de salvación.
Ante la multitud de grupos nuevos y anticuados que se han separado, por asuntos de interpretación, además de una ideología particular de sus propias convicciones religiosas. Hace unas décadas salió a la luz pública, una agrupación conocida como La Nueva Era. Ésta es una asociación de subcultura religiosa, que elabora una mezcolanza de ritos y prácticas de creencias de distintas partes del mundo.
De este modo practican los novoereños: Yoga, veganismo, meditación trascendental al estilo oriental, incluyendo sesiones con supuestos ángeles, son firmes creyentes de la astrología y los signos del zodiaco; ejercitan el tarot, echan las cartas de la suerte, la adivinación, espiritismo, tienen en alto la superstición y les gustan las cosas esotéricas y el ocultismo. También les encanta decretar deseos, las buenas vibras, el karma y las mariguanadas de cargarse de energía en zonas arqueológicas.
Algunas personas están inmersas en esta forma de pensamiento por falta de información, tal vez por ignorancia por no tener valores religiosos sólidos y que están vulnerables ya que atraviesan crisis personales, familiares o sociales.
Expertos estudiosos del fenómeno de La Nueva Era, afirman que existe una tendencia común con otros grupos anticatólicos; tales como los que pertenecen a la asamblea de la escuadra y el compás, que tienen como finalidad la abolición de la Iglesia Católica, mediante el desarrollo de cuatro fases:
1a. Cristo si, Iglesia no 2a. Dios si, Cristo no. Rechazo de Cristo como único Salvador (dando origen a los iluminados) 3a. Religión si, Dios no. Origen de marxistas y comunistas 4a. Lo sagrado si, religión no. Negar la religión para el surgimiento de La Nueva Era.En México La Nueva Era, ha tenido cierto éxito debido a diferentes factores; entre otros está el apetito espiritual de la gente, la búsqueda de sentido a la vida y el deseo de llenar un vacío existencial.
A lo largo de veinte siglos, La Iglesia Católica tuvo que enfrentar el ataque interno o externo de muchas herejías, de las que logró sobreponerse. Gran parte de ellas han desaparecido, sin embargo han brotado otras como La Nueva Era, quizás perdure algún tiempo, pero jamás podría destruir a una institución en palabras de Clinton: Con dos mil años de vida.
En esa ocasión el lema de aquella Jornada Mundial de la Juventud en 1993 fue: «YO he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn. 10,10) Que se interpreta como: El Señor Jesús ha venido para que tengamos vida en Él, y que además sea una vida significativa, con propósito, alegre y eterna. Nosotros recibimos esta vida abundante, al momento que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador.